sábado, febrero 25, 2006

No me sueltes...


No quieres soltar su mano. Será el comienzo de una larga pausa de ausencias. No quieres soltar su mano. Te aferras al nimio trozo de piel que permanece fundida con la suya. Después de tanto tiempo juntos, el cuerpo se acostumbra. Sabes que no puedes soltarla. Será aceptar de nuevo sus roles separados. Jugando a no pertenecerse, jugando a la individualidad, jugando a estar plenos. Y sabes que no es imposible, que se logra. Pero duele ahora y no quieres soltar su mano. Quizás ahora, tantos momentos felices no te caben en el segundo en el que pareció ocurrir todo: lo sentiste cerca, te volvió a enamorar, lo enamoraste otra vez... ¡Quién sabe si para siempre! En ese instante la eternidad vale nada... que dure hasta que dure... pero que por favor sea eterna su mano en tu mano, porque no quieres soltarte. Porque sabes que te debilitas cada vez que sueltas su mano y lo que menos necesitas ahora, es sentirte frágil. Aunque sepas que pasará, que te harás más fuerte. Que las lágrimas se secarán. Que él seguirá contigo. Que no se está lejos cuando se quieren tanto como ustedes. A pesar del consuelo, y tanta palabrería racional... sigues sin querer soltar su mano.